Invertir en renta variable tiene dos grandes núcleos de riesgo. Por un lado, tenemos el riesgo sistemático, que es el riesgo de mercado (crisis económicas, conflictos geopolíticos…) y que no se puede evitar ni diversificar.
El riesgo no sistemático es el que afecta en concreto a un sector o a un tipo de compañías. Por ejemplo, el sector salud puede ir mal, mientras el constructor está viviendo un buen momento. Este riesgo puede disminuirse con una adecuada diversificación.